Un alto porcentaje de las partidas de ajedrez de los niños se deciden por temas tácticos o de ataque al rey. Ya lo hemos comentado otras veces en este blog. El desarrollo de la táctica en el ajedrez se asimila desde los primeros pasos en el mundo del tablero y así nos solemos encontrar con niños que destacan en la táctica y consiguen ganar muchas de sus partidas de ajedrez gracias a ello, pero que aun no han avanzado casi nada en cuestiones estratégicas.

Saben aprovechar los errores graves del rival, incluso plantear combinaciones básicas, pero no son capaces de realizar planes coherentes o encontrar los momentos oportunos para, por ejemplo, realizar ciertos juegos de maniobras.

Popularmente, fuera del mundo de las 64 casillas, mucha gente emplea los términos táctica y estrategia como si fueran sinónimos. Encontramos especialmente a muchos padres de niños que juegan al ajedrez que no entienden la diferencia (aunque algunos no se atrevan a preguntar.) El ajedrez enseña bien a diferenciarlos. Paa aquellos que tengan dudas (aunque no sepan jugar al ajedrez) trataremos de aclarar la diferencia. Es cierto que la táctica y la estrategia en ajedrez van normalmente unidas, y a veces cuesta trabajo separarlas, pero los conceptos que hay detrás de táctica y estrategia suelen ser diferentes, aunque complementarios.

La estrategia en ajedrez abarca las ideas generales, mientras que la táctica se ocupa de los detalles concretos. Hay una frase bastante reveladora: "la estrategia nos dice qué hay que hacer en determinada posición y la táctica cómo hacerlo". Los planes a largo plazo, los razonamientos generales y valoraciones de una posición, forman parte pues de la estrategia. El cálculo de variantes concretas, los remates en un ataque contra el rey enemigo, las combinaciones que sirven para obtener un beneficio específico, forman parte de la táctica.

En determinada posición, por ejemplo, un jugador puede valorar la posición y darse cuenta de que el rey enemigo corre peligro. Comienza a planear cómo sacar provecho de ello. Decide que debe atacar a ese rey. Piensa que, por tanto, debería llevar el mayor número de piezas posibles cerca de ese rey. Analiza cuáles son las piezas que pueden acercarse al rey enemigo con mayor facilidad y cuáles resultarás más letales para el oponente. Todo eso es estrategia.

Cuando tiene claro qué piezas llevar contra el rey enemigo comienza a calcular jugadas (yo juego este caballo aquí...él avanza ese peón...yo muevo mi torre...) y en su cáculo llega a una posición en la que sus piezas pueden amenazar mate. ¡Incluso si su rival defiende ese mate puede sacrificar su dama y dar un mate espectacular! Todo eso es táctica.

Estrategia y táctica, por tanto, se complementan. Un jugador gracias a la estrategia sabrá cuál es el momento oportuno para, por ejemplo, realizar un ataque al rey enemigo. Sabrá cuáles son las piezas más eficaces para realizar ese ataque. Encontrará los puntos más debilitados del enemigo para resultar lo más efectivo en el ataque. Pero aunque gracias a la estrategia es capaz de todo eso, sino tiene un buen nivel táctico no será capaz de rematar correctamente la partida. Tal vez realizará un sacrificio incorrecto porque en el cálculo confundió el orden de jugadas...o tal vez no calculó una jugada defensiva del rival que solucionaba todo el ataque...Es decir, para rematar las partidas necesitamos la táctica. En realidad la táctica no sólo la necesitamos para ello. En todo momento durante la partida la táctica es necesaria. Un jugador que no tiene un buen nivel táctico no es capaz de calcular con corrección y comete errores graves del tipo de dejar una pieza en una casilla amenazada por el rival, o permitir algún truco con el que el rival pueda ganar material.

Es cierto que en las primeras fases del trabajo ajedrecístico con niños es necesario dar una importante base táctica, para que conozcan las principales figuras de mate, combinaciones típicas, recursos habituales. Pero olvidarse de la estrategia sería un error grave. Lo que ocurre es que los niños que dominan la táctica consiguen pronto buenos resultados, pero a largo plazo corren el peligro de estancarse sino ganan una buena visión estratégica. 

 

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