Espero que la confusión que pueda provocar el título quede despejada con el artículo. Veo con frecuencia cuando analizo partidas con los alumnos, que confunden tres situaciones importantes que se pueden producir en una partida. Lo veo con más frecuencia en las partidas de ajedrez de los niños, aunque en general es una cuestión muy frecuente en jugadores de, pongamos, menos de unos 1900 de ELO. Creo que no es una cuestión puramente ajedrecística, sino más bien estratégica, que seguramente se puede extrapolar a situaciones de la vida cotidiana. El ajedrez una vez más se muestra como un espejo de la vida. Si no lo crees trata de aplicar las ideas que comento a otras facetas de la vida. Pero eso cuando acabes de leer el artículo por favor.

Las tres situaciones que voy a describir tienen que ver con la manera en que enfocamos nuestro pensamiento en ciertos escenarios que se producen en el tablero. Voy a definirlas y tratar de explicar cómo nos afectan.

 

LA AMENAZA

Una amenaza que plantea mi rival, es una intención de mi oponente que puede perjudicar mi posición. Parece obvio, pero me resulta importante puntualizar bien cada detalle para mostrar el fondo de la cuestión. Evidentemente durante una partida debo atender a las amenazas de mi rival, parándolas o anulándolas de algún modo.


LA INTENCIÓN

Una intención de mi rival es una idea que pretende realizar. Cuando descubro, percibo o intuyo una intención de mi rival, debo descubrir si realmente es una amenaza, antes de apresurarme a detenerla. Sin embargo, veo en muchas partidas de ajedrez de los niños cómo en cuanto descubren una intención de su rival se comportan como si fuera una amenaza, preocupándose por ella y tratando de evitarla. Puede parecer injusto que diga que es más frecuente en las partidas de ajedrez de los niños, cuando también es un error relativamente frecuente en partidas de adultos, pero creo que la madurez influye mucho en este tema.

Por supuesto cuando descubrimos la intención de nuestro rival, debemos valorar si se trata de una amenaza. Si no lo es, deberíamos pensar cómo mejorar nuestra posición sin obsesionarnos con la intención del rival. Teniéndola en cuenta, por supuesto, pero sin centrarnos exclusivamente en ella.

Aunque resulte paradójico, a veces se ven partidas en las que un jugador está luchando ferozmente por evitar un plan erróneo del rival. Siempre que veo esto recuerdo un consejo que escuché en boca del talentoso ajedrecista jiennense Fernández Barrera: “cuando tu rival trate de realizar un plan malo, ¡no lo pares! En ocasiones ni trates de refutarlo. Deja que lo llevo a cabo.”


LA PREOCUPACIÓN

Una preocupación que tengo durante la partida, es una idea que pienso que puede llegar a realizar mi rival, y que me resulta molesta. Puede que no sea una amenaza y, tal vez ni siquiera es una intención de mi rival. Pero a mi me inquieta.

En algunos casos, esa preocupación se debe a malas experiencias anteriores. Por ejemplo: en varias partidas te han ganado pasando una torre al ataque por la tercera fila, y con frecuencia te encuentras preocupado por ese plan, incluso en posiciones que no parece lógico. No es extraño encontrar niños que han recibido varias veces un ataque mortal tras un sacrificio en h7 y que toman medidas innecesarias para que eso no vuelva a ocurrir. También adultos, que conste.

Es importante, y también difícil, saber extraer las lecciones justas de nuestras derrotas, para que en el futuro nos ayuden a no cometer los mismos errores, pero también para que no se conviertan en prejuicios. O que acaben esterotipando mi ajedrez, quiero decir, nada de acabar pensando “yo es que no soy bueno en los finales...” “a mi siempre me ganan en posiciones de enroques opuestos...” “yo no soy bueno en la táctica...” ¡No por favor! No hay que acabar creyéndose, o incluso diría resignándose a los falsos mitos que creamos de nuestro juego. Si no eres bueno en finales, tendrás que estudiarlos, pero no puedes pretender evitar en todas tus partidas que se llegue al final. Si te ganan siempre en posiciones de enroques opuestos, ¡estudia esas posiciones! ¿Para qué si no están los libros? A lo mejor te sabes la teoría de la Apertura Española tan bien que hasta Magnus Carlsen te llama por teléfono para preguntarte...pero resulta que no estudias finales... Y si no eres bueno en táctica, ponte a resolver problemas, estudia los principales recursos tácticos y échale un vistazo de vez en cuando a las partidas de Mihail Tal.

Por tanto, la amenaza hay que pararla. La intención hay que valorarla (“¿es una amenaza?”). Y la preocupación hay que definirla. Si no podemos definirla porque no es una amenaza, ni tampoco una intención de mi rival, deberíamos preguntarnos si estamos dejando de ser realistas, si estamos preocupados por fantasmas. Analizar regularmente nuestras partidas debería ayudar a encontrar preocupaciones poco realistas que a menudo nos influyen en la toma de decisiones de nuestras partidas. En muchas ocasiones resultará sencillo distinguir una preocupación de un verdadera amenaza, precisamente cuando trato de definirla, de concretarla. Cuando escucho a un alumno describir una situación en estos términos: “me molestaba que pasara las piezas a este flanco...” “...me daba miedo que me atacaran por allí en algún momento...” sospecho que se puede tratar de una preocupación, tal vez poco realista. Si pueden definirla con concreción “ví que si mi rival pasaba la dama a h5 y el caballo a g5 no podría defenderme de su ataque contra el punto h7” seguramente estaremos hablando de una amenaza, y no una preocupación.

En un futuro artículo mostraremos ejemplos prácticos sobre este tema.

Comentarios   

+2 #1 Jorge Planella 23-03-2015 08:56
Excelente artículo, la conclusión que extraigo es que siempre en una partida hay que fijarse bien en la última jugada que realiza el contrario, si lleva la iniciativa el contrario intentar igualar la partida y si la llevamos nosotros mantenerla e incrementarla lo máximo posible.
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